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de la comarca de Antequera

4 diciembre 2024
17:11 CET
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Los vinos de Mollina (y la Comarca) buscan su sitio

Turista paseando por un viñedo
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–¿Me pone una copa de tinto?

–¿Rioja o Ribera?

Esta conversación se escucha cientos de veces en bares y restaurantes de todo el país. Y si nos gusta el vino, la hemos podido tener cualquiera de nosotros más de una vez. Sea donde sea: lejos de zonas de producción vitivinícola o en territorios donde el cultivo de la vid también forma parte del sector agroalimentario… como lo es la provincia de Málaga, con zonas como la Serranía de Ronda, la Axarquía o Mollina, perteneciente a la Comarca Norte.

La localidad cuenta con tres bodegas en su término municipal: La Capuchina, Cortijo La Fuente y Kolpasevo. Y a ellas hay sumar la producción vitivinícola de la Sociedad Cooperativa Virgen de la Oliva, bajo el nombre Tierras de Mollina. En la actualidad, de sus instalaciones salen aproximadamente un tercio de los 4,5 millones de litros elaborados por el conjunto de las bodegas y compañías incluidas en las denominaciones de origen ‘Málaga’ y ‘Sierras de Málaga’, y su nivel de comercialización se acerca a una cuarta parte del total provincial. Sin embargo, no es tan fácil encontrar algunos de sus vinos en bares y restaurantes, tiendas o supermercados de la comarca de Antequera u otros puntos de la provincia, sobre todo en comparación con tintos, blancos y rosados procedentes de otros lugares del país.

Para la mayoría de los consumidores, Málaga está íntimamente relacionada con la elaboración de caldos naturalmente dulces o vinos de licor, a partir de uvas Pedro Ximénez y Moscatel, con métodos tradicionales y parámetros marcados por una de las denominaciones de origen más antiguas del país, creada en 1932. Un estudio elaborado por la antigua Sociedad de Planificación y Desarrollo de Málaga así lo confirmó en su momento: 9 de cada 10 malagueños conocían la D. O. Málaga. En cambio, menos de un 37% sabía de la existencia de la D. O. Sierras de Málaga, nacida precisamente para arropar a la producción de vinos “tranquilos” tintos, blancos y rosados. Y eso que, como también se señalaba en el estudio, para más del 80% de los consumidores de la provincia su vino preferido es el tinto.

Denominaciones de origen como La Rioja o Ribera del Duero, o Rueda en el caso de los blancos, han contando históricamente con el favor del grueso de los consumidores. Aunque en los últimos años, profesionales del sector en la provincia intentan cambiar este panorama, aprovechando la tendencia de volver a disfrutar fundamentalmente de los productos “de la tierra”. De lo que en el ámbito gastronómico se está denominando ‘kilómetro 0’. “Hay un movimiento por el que la gente aprecia más los productos locales. Hay vocación de consumir lo de proximidad”, reconoce Juan Manuel Moreno, secretario general del Consejo Regulador D. O. Málaga, D. O. Sierras de Málaga y Pasas de Málaga, donde son conscientes del buen momento que están viviendo los nuevos vinos elaborados en la provincia.

Reconocimientos

Los premios así lo atestiguan y prueba de ello es la medalla de bronce lograda por Capuchina Vieja Petit Verdot, en la categoría de tintos más de 12 meses en barrica, en el International Wine Challenge, uno de los certámenes más prestigiosos del mundo. La bodega responsable de este caldo, cuyo nombre, como el de la finca, se debe a que antiguamente en la zona residieron unos monjes capuchinos, está situada a unos 14 kilómetros de Mollina. La familia García Segura es propietaria de estas tierras desde de los años 80 y con el cambio de siglo comenzaron su aventura vitivinícola en 20 hectáreas de viñedos. Su objetivo: “la implantación de las técnicas más modernas de cultivo, con respeto al medio ambiente y sin perder los valores de la tradición agrícola”.

Para la enóloga Carmen Aparicio, La Capuchina se puede tomar como ejemplo del modelo de bodega familiar, con una producción casi artesanal y apuesta por la sostenibilidad, que existe en la provincia. Otro es Cortijo la Fuente. Y es que, periodos de vendimias al margen, sólo son tres personas fijas en la empresa a lo largo del año.

El tamaño de esta bodega de Mollina no ha sido impedimento para continuar creciendo cada ejercicio: de los 2.000 litros de vino blanco dulce que comenzaron a elaborar en 2007, su producción ahora se eleva hasta los 80.000 litros, distribuidos en sus ocho referencias embotelladas y el vino envasado en bolsas de 3 y 5 litros. “Se está imponiendo en grandes superficies. Se maneja bien y se conserva bien”, apunta el gerente de la compañía, José Antonio Palomo, de un formato con el que llevan trabajando el último año y medio. Esta apuesta por la innovación en la distribución y comercialización tenía fin como mantener la calidad de caldos. “El producto llega en perfectas condiciones”, añade.

Y ese mimo con el que trabajan, buscando “una producción muy cuidada”, también les ha llevado a contar con el reconocimiento de expertos y en certámenes nacionales. Por ejemplo, en la última edición de los Premios Mezquita de Córdoba lograron dos medallas de oro, una de ellas para su Don Pepe, un blanco seco de uva Pedro Ximénez, y otra para su Dulce Delicia nº 12, un vino naturalmente dulce hecho con moscatel de Alejandría pasificada al sol. Además, este último caldo mollinato llegó a ser elegido por el portal Verema.com como Mejor Vino Dulce español del año 2017.

Por su parte, los caldos de Tierras de Mollina suman medio centenar de premios desde sus inicios en 1993, tras una intensa labor de investigación y desarrollo en los viñedos en la comarca de Antequera. El año 2015 fue uno de lo que contó con más reconocimientos, como lo demuestran sus dos Zarcillo de Oro, las tres medallas de plata en el XI Concurso Internacional de Vinos Premios Arribe 2015 y las otras siete logradas en el certamen nacional del International Wine Guide.

“Hablar de vino en Málaga es hablar de calidad”, subraya Aparicio, para quien, tal y como lo demuestran los galardones, los caldos malagueños tintos o blancos, entre ellos los elaborados en Mollina, cuentan con reconocimiento fuera de sus fronteras, al margen del prestigio que siempre han tenido los vinos dulces.

Mirar hacia dentro

Entonces, ¿porqué su consumo no es mayoritario entre los vecinos de la provincia? “Somos los malagueños los que no miramos por nuestro producto. Bodegas La Capuchina se ha llevado un bronce en unos premios internacionales compitiendo con miles de vinos. Algo tienen que estar haciendo bien”, incide esta enóloga.

Que a los vinos de Mollina les esté costando ser profetas en su tierra no sólo se debe al desconocimiento de la D. O. Sierras de Málaga. Lo achaca igualmente al hecho de que los consumidores busquen “seguridad” en ciertas marcas y denominaciones. Y esto no sólo afecta a la hora de comprar en un supermercado o pedir en un restaurante. También entre los propios establecimientos hosteleros, cuando se ofrece o se mira en el mercado. “Cuesta mucho cambiar eso porque Rioja o Ribera son marcas muy grandes”, reconoce Juan Carlos Narbona, que junto a sus hermano pilota Distribuciones Narbona Solís.

Esta empresa tiene su origen hace medio siglo en un despacho de vinos que regentaba el padre de Juan Carlos en Sierra de Yeguas. Y en su apuesta por el producto de proximidad llevan tiempo trabajando con la cooperativa de Mollina, para la elaboración vinos dulces con el nombre de Antakira y de un tinto y un blanco bajo la marca Rebalaje; todo ello bajo la denominación de Bodegas Antakira.

En Narbona Solís tienen claro que “la demanda de los vinos locales está en auge”. Entre 2009-2010 comenzaron con 10.000 botellas y el último año la cifra se ha elevado hasta las 50.000. Desde Cortijo La Fuente también se respira cierto optimismo de cara al futuro y creen que estos nuevos vinos de la Comarca se van a consumir cada vez más: “La gente poco a poco los va conociendo y los va apreciando”.

Para Ignacio Sánchez-Garrido, gerente de una de las principales empresas distribuidoras de Antequera, Sánchez-Garrido Selección, la cada vez mayor sensibilidad por los productos de la tierra y la sostenibilidad hace que la tendencia del ‘kilómetro 0’ sea “imparable”, ya sea por una cuestión de carácter medioambiental o por ayudar a la economía local.

Primar la calidad

Eso sí, este empresario antequerano también recuerda la mayor competencia que puedan hacer ‘riojas’ o ‘riberas’, ya que cuentan con mayores producciones que permiten llegar a más puntos del territorio nacional y a unos precios, en algunos casos, más competitivos que vinos producidos en la comarca, sobre todo en las pequeñas bodegas familiares.

Embotellado de vino tinto (Foto: Cortijo La Fuente)

“No podemos abaratar ciertos costes”, reconocen en Cortijo La Fuente, donde prefieren optar por primar la calidad cuidando la producción. También en Narbona Solís saben que este factor es esencial para ser más competitivos y por ello han adquirido el 50% una bodega en Mijas, “muy de autor”, que más que fincas, aseguran, son “jardines de uva”.

En esta misma línea, con la calidad como bandera, Bodegas Gross Hermanos se propuso elaborar los primeros vinos con uvas cultivadas en el término municipal de Antequera, en una finca situada en la Sierra de la Chimenea, junto al Torcal. “Somos una bodega artesanal, de producción ecológica. Es un proyecto duro, con mucho trabajo, pero es muy satisfactorio”, asegura Pilar Gallego, socia y una de las promotoras de este proyecto que mantiene la tradición bodeguera de esta familia malagueña.

Por el momento, la producción se limita a unas 10.000 botellas. Gross (Cabernet Sauvignon), Ecos (Syrah) y Bocattinta (Merlot, Syrah y Cabernet Sauvignon) son las tres referencias que comenzaron a comercializar el pasado mes de mayo. Y desde sus inicios comprobaron como “cuesta introducir nuevos vinos en el mercado”. “Somos los grandes desconocidos, cuando en toda la provincia se están haciendo unos vinos extraordinarios”, aseguran.

Nuevas tendencias (y viejos consumos)

Buscar nuevos nichos de mercado también se ha convertido en otra oportunidad para la expansión de los vinos con uvas cultivas en la comarca de Antequera. Los estudios confirman que las nuevas generaciones están más abiertas a probar nuevos caldos y que sus consumos tienden a los vinos jóvenes, en los que se prime la calidad-precio. Y entre las tendencias están, como apunta Sánchez-Garrido, los vinos de corte afrutado y vinos de aguja -con algo de resto de carbónico.

En Tierras de Mollina han sabido recoger el guante con Etéreo, un ‘frizzante’ blanco. También están comprobando como en los últimos tiempos crece la demanda especialmente en su gama Montespejo, en la que elaboran un vino blanco joven y tintos joven y roble (envejecido menos de 6 meses). Los que no van tanto con los gustos de los nuevos consumidores son, precisamente, los caldos por los que siempre se ha reconocido a la D. O. Málaga. “El vino dulce se consume sobre todo más en ferias”, señala Iván Vergara, del departamento de producción de la Sociedad Cooperativa Virgen de la Oliva.

Sin embargo, hay quien se resiste a que este vino tan representativo acabe sólo como acompañante en las fiestas. Juan Carlos Soria, es un empresario malagueño que hace tres años puso en marcha Embrujo del Sur, un proyecto que tomaba el relevo de una bodega veterana malacitana cuyo dueño se iba jubilar, con el que se ha empeñado en relanzar vinos D. O. Málaga. “Me da pena que se pierda. Muchas bodegas están optando ahora por hacer vinos tintos o blanco, el vino dulce se estaba quedando a un lado. Muchos clientes son bares de barrio populares de Málaga”, comenta.

De la mano de la cooperativa de Mollina y otra de Vélez-Málaga producen entre 40.000 y 50.000 litros al año, de una forma muy artesanal y “bajo demanda”, tanto de forma embotellada como a granel. Vinos moscatel, Pedro Ximénez, un seco y un pajarete -vino generoso de licor de color ámbar dorado sin arrope (mosto concentrado), que se envejece como mínimo durante un periodo de 2 años- forman parte del catálogo de su aventura emprendedora, a la que suman un vermú blanco y otro rojo, aunque estos dos ya fuera de la D. O. Málaga. “Es una cuestión más romántica que empresarial”, admite Soria de este proyecto.

Más bodegas, más unión, más promoción

Parte de la producción del Embrujo del Sur va destinada al sector hostelero. Otra al embotellado en pequeño formato, pensado para la venta como recuerdo en hoteles y comercios. “Muchas veces, el que viene de fuera busca un producto local. Lo mismo que cuando uno va a Navarra y quiere comprar pacharán, los turistas quieren vino de Málaga, sea dulce o tinto. Y en eso si es verdad que las tiendas están apostando por tener mucho producto local”, comenta Soria, quien ve muy importante en este aspecto la apuesta que hace el sello Sabor a Málaga, de la Diputación, para que haya establecimientos que cuenten con espacios dedicados a productos de la provincia.

Jurado del concurso de vinos de Sabor a Málaga

En este sentido, desde Cortijo La Fuente, también aplauden la labor de promoción de esta iniciativa, que organiza un concurso de vinos D. O. Málaga y D. O. Sierras de Málaga, con el objetivo de darlos a conocer y fomentar su consumo. Las bodegas ganadoras reciben un premio por un importe en concepto de adquisición de ese producto y se benefician durante un año de la promoción que se hace el organismo provincial en congresos y ferias gastronómicas. “Lo importante es darnos a conocer. Crear marca”, subraya Palomo.

Y es que, todos los esfuerzos para continuar relanzando los caldos de la provincia parecen pocos, máxime si hay que competir con ‘gigantes’ del norte peninsular. Desde el Consejo Regulador son conscientes de que son una denominación de origen pequeña, pero que cuentan con un producto muy diferenciado y con unos índices de calidad muy altos.

Tanto la enóloga Carmen Aparicio como Juan Manuel Moreno reconocen que el aumento de bodegas malagueñas en este siglo XXI, pasando de una decena a superar las 40, ayuda a una mayor promoción de las D. O. Málaga y Sierras de Málaga. Sin embargo, el secretario general del Consejo Regular incide que para continuar creciendo hay que enfocar la acción promocional desde un punto de vista muy estratégico.

Enoturismo

Una de esas líneas es la formación en las escuelas de hostelerías y también la que llegue al consumidor final. Otra la colaboración institucional. Pero sobre todo, potenciar el enoturismo, máxime estando en “uno de los mercados más fuertes de España”: la Costa del Sol.

Si bien es cierto que, en la actualidad, el nivel de esta actividad económica en Málaga es muy bajo respecto a otros puntos de España como La Rioja y Castilla y León, la enóloga Carmen Aparicio también reconoce que las bodegas malagueñas tienden a “buscar más la experiencia”, con recorridos en un ámbito más cercano a la hora de conocer las fincas y cómo trabajan las uva.

El desarrollo de la Cooperativa Virgen de la Oliva y las bodegas implantadas en Mollina han contribuido a potenciar la economía local, gracias a la elaboración de un producto de calidad. Un “orgullo” como apunta comenta el alcalde Eugenio Sevillano. Y ahora, el enoturismo no sólo está suponiendo una nueva vía de ingresos para las empresas productoras, sino también un nuevo impulso económico de la localidad, y más cuando en los últimos año, el terreno dedicado a la producción vitivinícola está descendiendo.

“Muchos fines de semana las bodegas tienen visitas y también van a los restaurantes locales”, asegura Sevillano, sobre esta nueva forma de hacer turismo y conocer la localidad, que tiene punto álgido en plena recogida de la uva y especialmente, durante la celebración de la Feria de la Vendimia. Más de 7.000 personas han pasado por la última edición, en la que de nuevo, los vinos locales suelen ser los protagonistas, con catas y talleres y visitas a bodegas como Cortijo La Fuente o a la de la cooperativa.

La empresa pública para la gestión del Turismo de la Junta colabora en la promoción de esta fiesta que, como subraya el primer edil mollinato, siempre ha contado con una importante nómina de cartelistas y pregoneros como Antonio Gala o Rafael Alberti. Los últimos, el ilustrador Ángel Idígoras y la cineasta Gracia Querejeta. En el Ayuntamiento tiene claro que es la línea a seguir para mantener el ‘caché’ de la Feria de la Vendimia y que la promoción continúe más allá de las fronteras de la provincia.

Más allá del vino

El consumo de ginebra sigue estando de moda y desde el resurgimiento del gin-tonic como bebida para el ocio no han sido pocas las compañías que, además de incrementar su producción han sacado nuevas variedades. Incluso empresarios que nunca habían estado relacionadas con las destilerías o el sector hostelero se han embarcado en la creación de este licor que no falta en ningún bar de copas o restaurante.

Enrique Cuberos es uno de ellos. A final de diciembre 2016 lanzó junto a sus socio Simbuya, una ginebra que cuenta entre sus botánicos con uno de los productos agroalimentarios más llamativos de Málaga: la zanahoria morá. Su cultivo, rescatado de tiempos pasados, se mantiene hoy en día en la ribera del río Genil y especialmente en la localidad de Cuevas Bajas, que lo ha convertido en su santo y seña, con fiesta gastronómica incluida a comienzos de diciembre.

Precisamente, la idea de potenciar el consumo de esta hortaliza fue lo que hizo que hace dos años comenzaran a trabajar en un banco de semillas y en la comercialización de productos derivados, como mermeladas, aperitivos o vinagres balsámicos; todo ello bajó la marca Morá. En cuanto a su ginebra, cuenta con dos variedades: una clásica, pensada “para ginebreros” y otra púrpura, buscando un sabor algo más dulce, con una graduación algo más baja y con un color tono morado muy tenue.

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