¿Qué balance hace de este último mandato?
Teniendo en cuenta que recién estamos saliendo de una crisis, es un balance agridulce, en el sentido de que hemos estado durante unos años con dificultades económicas, tanto los vecinos como desde el punto de vista institucional, con menos inversión y subvenciones para los ayuntamientos. Pero ahora estamos en un momento de tránsito. A pesar de las dificultades se ha hecho una gestión bastante digna y siempre aspirando a mejorar. Si no hay un objetivo de utopía, al final es inevitable que nos estanquemos.
¿Cuál ha sido, a su juicio, el momento más duro del mandato?
El principio, cuando todavía estábamos saliendo de la crisis económica. Había mucho sufrimiento en el ambiente. Fue complejo, aunque para nosotros ha sido una continuidad. Hemos vivido el boom urbanístico, en la época en la que todo el mundo trabajaba. Luego hemos vivido como la burbuja inmobiliaria se vino abajo, como todo se fue derrumbando, con mucho sufrimiento. Y ahora estamos en un momento de innovación y de reconversión.
¿Qué proyectos destacaría?
Destacaría tres proyectos fundamentales. La depuradora que se ha puesto en funcionamiento, que es algo importantísimo, puesto que vertimos al pantano de Iznájar (Córdoba). Todos los vertidos son graves, pero en nuestro caso iba al río Genil. Es uno de los logros más importantes.
La instalación de césped artificial en el campo de fútbol. Es una obra que en un mes estará terminada y que apuesta por la calidad de las instalaciones deportivas, por las que venimos trabajando desde hace tiempo.
Y un plan de dinamización turística puesto en marcha hace año y medio en el que decidimos que teníamos que apostar por hacer un plan integral de lucha ante la pérdida de población. Le hemos llamado ‘Villanueva de Tapia, una ventana a la felicidad’ y lo que hemos diseñado es un pueblo para vivir. Se ha hecho un censo de viviendas vacías y estábamos esperando el decreto estatal que permitirá reducir el IBI hasta casi un 90%, de manera que se pueda incentivar el alquiler. Y se hizo una cosa novedosa el año pasado como el I Encuentro de la Felicidad. Nuestro proyecto es el de articular un pueblo inteligente y de que a través de las nuevas tecnologías podamos ofrecer alternativas en un sitio muy bien comunicado.
¿De qué está más orgullosa en este tiempo?
En esta época postcrisis teníamos que reinventarnos como pueblo y políticamente como Ayuntamiento, y en esa línea llevamos un año y medio trabajando. Otra era la dinamización interna del pueblo: la creación de un orgullo rural. Muchas veces no somos conscientes de las cualidades que tenemos y mantenemos complejos como ser de pueblo, ser pequeños… y realmente la movilización mueve montaña. Nuestro objetivo ha sido innovar en el sentido de cara al exterior y también al interior: que la gente fuera consciente y se ilusionara de que el pueblo tiene futuro. Y estamos muy contentos de revertir la tendencia a la que estábamos abocados.
¿Qué proyectos se han quedado encima de la mesa?
Nos hubiera gustado culminar, aunque tuvo sus complicaciones, la instalación de la planta de ósmosis para mejorar la calidad de agua. Tenemos un problema endémico de alto nivel de nitratos. Y habíamos planteado esta instalación, pero nos hemos encontrado con dos problemas: teníamos que expropiar los terrenos por- que no había acuerdo con los propietarios y parte estaban en el término municipal de Archidona. Además, había un vertido del agua de rechace. Esto último lo hemos resuelto con dos obras de sustitución de tuberías, de modo que dejamos las que ya existen para reconducir ese agua de rechace.
¿Dónde debe mirar Villanueva de Tapia para su futuro?
Queremos que los jóvenes se empoderen. Ha habido una generación a la que se le ha vendido la idea de que había que irse de los pueblos, de que fuera se vivía mejor… Y nosotros queremos revertir esa tendencia y que los jóvenes sientan que puedan realizar su proyecto en el mundo rural de muchos tipos. La calidad está aquí y no en las ciudades que nos son nada amables.
