En pleno corazón de Antequera, se encuentra Joyería Pedro González e Hijos, un negocio familiar que mantiene viva la tradición orfebre durante más de 125 años. Cuatro generaciones han pasado ya por el mostrador de esta emblemática casa, transformando aquel pequeño taller de principios del siglo XX en un referente de la joyería y la orfebrería en la comarca.
El Ayuntamiento de Antequera ha querido reconocer esta trayectoria con la Medalla de Plata de la Jarra de Azucenas, una distinción que la familia recibe con emoción y gratitud. En esta conversación con José Pedro Alarcón, gerente del negocio familiar, repasamos los inicios de la joyería, los momentos de dificultad, la adaptación a los nuevos tiempos y lo que significa para ellos seguir al frente de un negocio que forma parte de la memoria colectiva de la ciudad.
125 años de historia y ahora la Medalla de Plata de la Jarra de Azucenas… ¿Cómo les suena este reconocimiento?
Nos llega a través de la Comisión Organizadora del Ayuntamiento y lo recibimos con muchísima gratitud. Siempre hemos dicho en todos los reportajes que hay que dar las gracias a todas las personas y entidades que han tenido a bien promover esta distinción y, por supuesto, a toda Antequera. Sin la clientela tan fiel de tantos años, habría sido imposible que Pedro González llegara donde ha llegado. Este premio también es suyo.
¿Se esperaban este reconocimiento o fue una sorpresa?
Fue toda una sorpresa. Cuando el alcalde llamó a mi hermana nos quedamos en shock, como se suele decir. No nos lo esperábamos para nada, pero lo recibimos con muchísima alegría y con agradecimiento sincero.
¿Qué se siente al mirar atrás y ver 125 años de historia detrás de un mostrador?
Imagínate. Lo primero que me viene a la mente es que esto empezó como un pequeño taller de orfebrería en la calle Lucena, fundado por mi bisabuelo. Después siguió mi abuelo, más tarde mis tías y mi madre, y ya posteriormente nosotros. Transformar aquel taller en la sociedad anónima que es hoy ha requerido muchísimo trabajo y dedicación.
La joyería nace en 1900…
Sí, más o menos sobre esa fecha. Mi bisabuelo nació a finales del siglo XIX, y fue entonces cuando comenzó todo.
¿Qué se ha mantenido de aquellos primeros años?
Dos cosas fundamentales: el proceso artesanal, que sigue siendo muy parecido al de antes, aunque hoy contemos con nueva maquinaria pero el proceso básico sigue siendo el mismo; y la fidelidad de nuestra clientela, que ha pasado de abuelas a madres, de madres a hijas… Hoy vienen incluso con sus nietas. Eso es un orgullo enorme para nosotros.
El Ayuntamiento destaca esa combinación de tradición artesanal y diseño contemporáneo. ¿Cómo lo han logrado?
Es complicado. Desde que existe internet y las redes sociales, la competencia es enorme. No solo en Antequera, sino en todo el mundo. Por eso hemos tenido que adaptarnos, mantener los principios básicos de la orfebrería y a la vez innovar, ir a ferias, estar atentos a las tendencias y trabajar con los mejores proveedores de España. En Pedro González siempre nos hemos distinguido por eso mismo, por tener los mejores proveedores y siempre hemos apostado por calidad y variedad: joyería de oro, diamantes, plata, orfebrería, cerámica… Tenemos un catálogo muy amplio.
Ya está al frente la cuarta generación. ¿Cómo se vive ese relevo en una empresa familiar?
Siguiendo el ejemplo que ellos nos dieron. Este es un oficio que hay que aprender desde pequeños. Hay que formarse, reciclarse y adaptarse a cada época. Mi hermana se especializó en orfebrería y diseño, yo en informática de gestión, realicé cursos de marketing, dirección de empresas cooperativas… Todo suma para seguir avanzando.

Después de tantos años, ¿qué es lo que más les ha impresionado de la evolución del comercio?
La transformación y evolución que hemos vivido nosotros y el propio comercio. En nuestro caso, el pasar de un pequeño taller donde se arreglaban cadenitas y pendientes a la tienda que tenemos hoy. También la evolución de las herramientas: antes todo era manual, hoy contamos con tecnología avanzada, aunque siempre intentamos mantener la esencia artesanal.